McLuhan define al planeta como una suerte de aldea de proporción elefantiásica, servida de herramientas macro como las comunicaciones y la economía, ésta última sumida en crisis.
Gracias a estas herramientas, y con una clara intencionalidad, se vende un panorama desolador y sin alternativa a los cánones establecidos con guerras, crisis aquí y allá, imperialismo, control social por la lucha contra el terrorismo, decepción de la política, corrupción nunca investigada. Todo esto, suavizado y muy bien apañado por la capacidad de seducción que tiene el Sistema para integrarnos a través de las herramientas del marketing, creando a su paso vidas consumistas, limitadas y cada vez más dependientes.Seguir Leyendo...
Es en esta jungla en que dos figuras distintas, dos elementos básicos, dos núcleos impensados comienzan a interactuar como el día y la noche, como el ying y el yang o como tú quieras. El uno, en su momento desaparece y da lugar al éxito del otro.
Se trata del militante y sus dos variables. El militante político, es aquel que desde un primer momento le dedica la vida a los principios de su partido y es capaz de morir luchando por él. Es aquel que quiere transmitir un todo, una idea, una forma de vivir cuyo fin y medio es la continua búsqueda del bien común. Aquel que quiere moverse en una democracia de ciudadanos conscientes que otro tipo de pensamiento quiere destruir.
Esta última mención es la de mi segunda militancia. Un tipo de compromiso muy diferente, difundido por los gurús del Marketing se ve muy representado (en el hecho) en esa variable de las comunicaciones llamada Relaciones Públicas (si algo bueno tiene esta materia, hablo del aspecto que aborrezco). Según ellos, su deber es complacer las necesidades de comunicación que requieren sus públicos, denominados internos y externos. Ellos mismos saben, por el contrario, que el verdadero fin de esto es un chitón calato a todo aquel que quiera reclamar directamente. Y a cobrar se ha dicho. Al líder sindicalista que mueva una protesta contra la compañía abusiva, mandarlo de vacaciones. A los empleados que no tienen un puto día de descanso, prepararles un tono con comilona el sábado en la noche para que no molesten. Al público que es estafado, exprimido, cansado y mecido con sus ridículos e ineficientes métodos comunicacionales, se los manda al fuero legal, donde el resultado será naturalmente nulo. Ya sabemos lo que es pelearse con un poder.
Tuve un curso de relaciones públicas en mi universidad privada, y no dejé de pensar en estos detalles durante unos meses. Ahora, no quiero más que incitar a quien lea esto, a que se empalague del statu quo que ofrece el primer mundo (ese canallaprimer mundo), y que empiece a actuar por sí mismo. Militar en un partido es lo más admirable que puede haber, cuando la lucha por una sociedad mejor y unos principios son los objetivos.