Hinchas de la Plata - I

He sufrido mucho estos días para hablar de fútbol. En realidad, me encuentro en una situación de recuperación. Como siempre me ha ocurrido, cada vez que aparecía alguna imagen de la selección en los canales de televisión durante estos días, he querido cambiar de canal.

La poca que me quedaba de esa afición que me movía de niño para patear el balón y sortear a los defensas, se terminó de borrar: ya no quiero ni jugar ‘pichanguita’. Los gritos de gol, jamás serán iguales, por que para cambiar esta situación se necesita mucho tiempo. Y en años, gritaré gol un poco distinto, un poco más ronco, y un poco menos de ilusión, un poco más curtido. Imagínense, sin ilusión a los 20 años.

Pero quisiera hablar de esos que están en la tribuna, pero en la tribuna mediocre. Aquellos que se alucinan los factotum del fútbol y que aseguro que no son hinchas más que de la plata, que no son aficionados más que de la comidilla popular. Y son tan detestables como Burga.

Aquellos que se sientan a hablar pestes del equipo al que idolatran sólo cuando gana.

Claro está, sobra recordar el marcador del día domingo. El Comercio mismo se encargó de restregarnos en la cara todos los países en que el Perú ha sido goleado y con roche. Creo que no queda uno en Latinoamérica, salvo las Guyanas y las islas Galápagos, tierras donde no se juega Eliminatorias.

Y salió a lucir ese afán masoquista de mirar a la chica que te maltrata, que te hace sufrir, que te jode con malos resultados toda la vida, así como lo dijo el canalla de Prensa Libre.

Tal vez no sea para menos. Pero vamos a analizar a aquellos que hace tiempo resultaron eliminados para muchos que claman un verdadero periodismo deportivo.

El Sr. Beingolea de cable mágico, por ejemplo, una fiel y a la vez infiel copia del bigotón Niembro de la cadena Fox Argentina, mueve su mostacho como si todos debieran mirarlo buscando aprobación o desaprobación. Cuando lo que en realidad hace es juntar a un montón de ex futbolistas que juegan a ser entrenadores al servicio del mencionado.

Peredo, un personaje que critica al fútbol peruano cuando le piden su opinión, pero que cuando se juega un partido local lo narra con un entusiasmo más falso que las tetas de Angie Jibaja. Esa parodia de gritar el gol de chiripa, de suerte, producto de la torpeza del arquero, o de la descoordinación defensiva, debe ser una de las cosas que más deleznables me parecen, y que en cierto momento me despertaron curiosidad científica.

Un Nuñez y un Fleishmann, que tienen dos etapas: la previa y la póstuma, en las que se muestran entusiastas, con videos súper editados, con picadillos de ilusión, con comentarios de elevado arrebato , pero que se desinflan tan rápido como la selección cuando le hacen un gol.

Y ni hablar de esa prensa de espectáculos que se ha especializado en hacer documentales a la cadenita de Farfán, al peinadito de Claudio, y a los tatuajes de Guerrero cosa que no da ni recibe, no aporta ni ayuda, sino aumenta el ego del complejo del futbolista peruano, ese que lo impulsa a imitar lo que no es. Esa prensa, la misma de la calaña de la que cubre los calatarios de las ‘vedettes’, los fines del mundo, los líos de faldas, no hace más que llenar las fauces del morbo popular.

Y esa, tal vez fue la misma prensa que echó a patadas al ‘ciego’ Oblitas, quien puede ser quien nos entregó la mejor selección de los últimos 20 años. Aquellos que decían que el paternalista Oblitas se largue por fracasado, son los mismos judas que hoy lo añoran.

Es muy fácil darse cuenta de la incoherencia de los tipos de la televisión que se mueven por donde la plata anda, por donde la imagen vende y por donde sus gerentes les indican.

No saben criticar cuando se debe hacer, no ponen los pies en la tierra, y lo peor de todo, engañan al sufrido hincha, quien cree que el único deporte del Perú es el fútbol, mientras hay otros personajes que nos van a representar en las Olimpiadas de Beijing, y que por obra de la golosa coyuntura, se transportan en combi, duermen sobre colchones delgados, y trabajan paralelamente con su familia a cuestas. (...continuará).